La costa asturiana se ha convertido durante el mes de Febrero, en un auténtico cementerio para delfines. La Coordinadora para el Estudio y la Protección de las Especies Marinas (Cepesma) halló muertos a cuatro cetáceos, uno de ellos un delfín mular de 350 kilos de peso y más de tres metros de longitud, en las playas de Andrín (Llanes), Vega (Ribadesella) y Llumeres (Gozón).
Pero la presencia de estos cadáveres no es un hecho aislado. En una misma semana, según comunicó el presidente de Cepesma, Luis Laria, la coordinadora hizo necropsias a dos marsopas, dos delfines y un calderón común. En total, suman nueve cetáceos varados en la costa asturiana.
La muerte de estos animales, que en invierno se aproximan a las costas del Cantábrico en busca de alimento, según los expertos, se debe a la colisión con embarcaciones pesqueras. El año pasado también se hallaron siete delfines muertos en una semana, y el 55 por ciento de los delfines recogidos en las playas asturianas presentan signos de haber muerto por culpa de un arte de pesca.
Esto es lo que le ocurrió, según Luis Laria, al delfín mular que varó en la playa de Andrín del municipio de Llanes. «Este animal presentaba evidencias de haber muerto en un arte de pesca durante la noche y también sufría importantes lesiones epidérmicas bacterianas», explicó el experto.
Respecto a los ejemplares que la Cepesma recogió a lo largo de la semana en las playas de Vega (Ribadesella), Llumeres (Gozón), La Paloma (Tapia), Bayas (Castrillón), Xagó (Gozón) y Barayo (Valdés), Laria dijo que, de acuerdo a las necropsias, dos animales murieron por infecciones parasitarias y otros dos por infecciones pulmonares. Medían entre 1,97 metros y tres metros. «En este caso, los cambios de temperatura o las corrientes no influyen. O murieron al colisionar con artes de pesca o estaban enfermos», especificó. Y añadió: «Esta presencia de delfínidos en las cercanías de la costa asturiana se da desde principios de año por la diseminación en aguas someras de cardúmenes de pequeños peces, sobre todo de caballa de pequeño tamaño».
juicio de Laria, las redes son el peor enemigo de los delfines y otras especies como los alcatraces en invierno, aunque en algunas ocasiones la Cepesma logra liberar a algunos.
Para los biólogos consultados por este diario, conocer la causa exacta de la muerte de los delfínidos es difícil mientras no se tengan los resultados detallados de las necropsias. El biólogo avilesino Alberto López coincidió con Laria en que durante el invierno es frecuente avistar delfines en el Cantábrico, sobre todo, cerca de los arenales. Aun así, según López, el hallazgo de estos delfínidos suele coincidir con jornadas de temporal, cuando la mar está brava, y esta semana no ha sido el caso. Arturo Ruano, biólogo que en 2006 participó en un trabajo de avistamiento de cetáceos que organizó la Fundación para la Protección de los Cetáceos Atlánticos, la presencia de delfines en las proximidades de los arenales en invierno es habitual debido a los temporales. «Su proximidad a la costa depende de la disponibilidad de alimento que tengan, aunque estamos hablando de una especie de la que se conoce muy poco. Se sabe, por ejemplo, que en invierno se acercan a la costa cuando hay temporal aquellos delfínidos que están enfermos o murieron en alta mar», dijo.
El delfín mular hallado muerto en la playa de Andrín (Llanes) era una hembra, con una longitud de 3,37 metros y 330 kilogramos de peso. Esta variedad de la familia de los delfines suele habitar cerca de la costa, pero no suelen ser habituales los varamientos. «A lo largo del año se suelen dar entre cuatro y seis casos de varamiento», aseguró Luis Laria. El delfín mular es la especie de delfín más conocida y estudiada, la que suele observarse en delfinarios o zoológicos. Su área de distribución se extiende a todos los mares del mundo, a excepción de los mares con aguas más frías. Las comunidades de delfines «no suelen ser habituales», según Laria, en las aguas templadas del mar Cantábrico, pero sí «hay determinadas poblaciones». El delfín mular, también conocido como «tursio truncado» o «tonina común», habita en comunidades familiares no superiores a los cuarenta individuos.
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